Family Eurotrip (parte I): Italia
Todo comenzó con una llamada telefónica “inocente”:
– Hijita, es que yo quería hacer mi viaje a la Côte D´Azur este año
– Bueno ¿y por qué no lo haces?
– Es que tu papá no me quiere acompañar y yo sola no lo voy a hacer
– Mmmmm, estemmmm -carraspeo de garganta- ¿y yo?
– ¡Ay hijita! Es que yo no había querido decirte porque bueno, tú estás recién casada. ¿Cómo vas a dejar a Victor 3 semanas?
– Mamá, por Dios, Víctor es el ser menos enrollado del mundo, además es un hombre grande y puede sobrevivir unas semanitas sin mí. Let’s do this bitch (claro, sin el “bitch” del final)
El viaje consistiría en recorrer 3 países: Italia, Francia y España. En Italia visitaríamos Roma, Florecia y Milán (yo solo conocía la capital). En Francia haríamos en carro la ruta de la Costa Azul (yo la hice como chaperona 4 años atrás, pero no me importaba repetir). Y por último iríamos a España, Barcelona y Madrid, aunque yo no iría a Madrid porque iba a tener que irme antes por compromisos en Miami con The Memory Land.
Bookings, Vueling y Cadivi
En agosto comenzamos a planificar el viaje e incluimos en el trip a mi hermano Ramón. No solo porque semejante genio no conocía Europa -lo cual era algo así como un sacrilegio- sino porque además, y muy importante, tenía el cupo CADIVI completo. Dos mil dólares a 10,5 Bs. no etr algo fácil de rechazar, así que compramos los boletos, metió su carpetica y todos listos para raspar.
Mi mamá decidió alquilar apartamentos en vez de quedarnos en hoteles porque la verdad el ahorro era notable. Ella hizo la preselección en Bookings.com y yo la ayudé a elegir los definitivos. La página es una maravilla, la recomiendo muchísimo porque además una vez que reservas el apartamento, te envía una guía personalizada con los restaurantes a donde puedes ir a comer y los monumentos que puedes visitar dependiendo de la cercanía con tu locación. Esto fue súper.
Para movilizarnos utilizaríamos trenes en italia (Roma-Firenze-Milano) y también para la ruta Milano-Niza. Alquilaríamos un carro durante una semana para recorrer La Côte D’Azur y por último avión -Vueling resultó ser nuestra mejor opción- para volar desde Niza hasta Barcelona, España. Air Europa fue la aerolinea elegida para volar desde Miami a Madrid y viceversa.
El viaje duró casi 3 semanas, así que dividiré el cuento en tres capítulos -uno por país-. Saben que me pongo muy intensa con los detalles y la idea es que lean hasta el final. Dicho esto todo listo, y bienvenidos a bordo.
Italia: Una iglesia, una fuente, una iglesia, una fuente
Miercoles 16: Maison RomANA
Llegamos a Roma a las 6:30 p.m. despues de 14 horas viajando. Un taxista súper amable nos llevó hasta el primer apartamento, Maison Romana. Ana, la dueña, una argentina amable y educada, nos esperaba con las llaves en mano para darnos la bienvenida.
El apartamento, a 5 minutos caminando de la estación Manzoni, superó todas nuestras expectativas. Era bien cómodo y se notaba que recientemente lo habían remodelado. Ana nos explicó con un mapa cómo movernos desde allí y todas las instrucciones del piso. En ese momento no usaba Yelp, pero le hubiera dado 5 estrellas en el review.
Esa noche salimos a comer cerca de la casa y conseguimos un restaurante local, Bistro a 133, donde mi mamá y yo pedimos unos raviolli de ricota y espinaca –home made– y Ramón unos espagetti con pancetta y trufa del más allá. Sin saberlo, había comenzado oficialmente la feria internacional de la comedera 2015.
Jueves 17: ¡Oh sole mío!
Abrí los ojos a las 6 a.m -y milagrosamente los bellos durmientes también-. El jet lag hizo de las suyas. A las 8 de la mañana salimos a recorrer la ciudad. Roma tiene mucho que ofrecer y solo nos quedaríamos 3 días, así que no había tiempo que perder.
Primero caminamos hasta la estación de Termini a comprar el ticket para el hop on hop off bus -o como diría mi mamá, Hip Hop Bus- y así tener una vision 360 de la ciudad. Nos cruzamos con la catedral Santa Maria Maggiori que me resultó imponente, pero luego me daría cuenta que es de las más modestas que ví. Desayunamos al lado, en Gran Caffe Maggiori, unos panini rellenos de parma y mozzarella y unos croissants rellenos de nutella. !Uffff!, gracias a Dios yo no vivo en Italia porque sería una obesa comiendo Nutella todos los días.
Por 54 euros compramos 3 day passes en el GTL, linea de bus turístico italiana. Emocionados nos sentamos arriba, aunque el calor estaba picante. Recorrimos 9 paradas, vimos los monumentos más importantes, aprendimos de ellos con el audio guía y finalmente nos bajamos en la Fontana di Trevi.
La mala noticia es que la estaban restaurando. Una lástima, sobretodo para Ramón que no la conocía. Estaba rodeada de plásticos, la fuente vacia y muchos obreros trabajando. Pero me causó un poco de risa ver cómo la gente seguía tirando monedas a pesar que estaba no tenía agua.
Seguimos caminando vía la Piazza Spagna por Via de Condotti, donde se encuentran muchas tiendas de marcas reconocidas. Las calles estaban abarrotadas de turistas, si te fijabas bien en las manos, todos tenían o un mapa o una cámara. Los italianos manejan como dementes, pero los entiendo, debe ser insoportable recibir aproximadamente 6 millones de turistas al año que cruzan por donde les da la gana, que se atraviesan para tomar fotos, que ensucian las calles, exprimen la ciudad y luego se van, como si nada.
La Piazza Spagna nos refrescó con su fuente, y subimos para verla desde arriba. Desde allí caminamos por la Via Sigala hasta la Piazza Barberini, que la verdad, no me dijo nada. Nos regresamos vía la Piazza Spagna para conocer la Piazza Du Poppolo, que nos impactó por su gran tamaño, estructuras en los 4 lados y un obelisco en el centro. Segun Ramón, durante el Renacimiento, la idea era que grandes avenidas terminaran en algún monumento. En este caso, la gran avenida era Via de Corso. No sé si es verdad, pero él sabe mucho y yo le creo.
Después de esta plaza comenzó el cansancio y las ganas de comer gelato -el primero de muchos que vendrían para alojarse en mis muslos-. Caminamos y caminamos, pero nos decepcionamos porque hacía muchísimo calor y no encontrábamos ninguno realmente llamativo. Coño pana, me decía a mi misma, si vamos a engordar que sea con algo bueno.
Hacían más de 32 grados, mi mamá rogaba por sentarse y yo deliraba por mi helado. Decidimos seguir hasta Piazza Navona y comernoslo allí, y menos mal que esperamos. Entrando a la plaza hay está la Gelateria Mattioli, donde yo pedí uno de patilla con coco, Ramón de chocolate de fondant con Mascarpone y mi mamá Nocciola con Nutella. Todos de lujo -aunque más adelante encontramos la heladería Buccianti cerquita del Panteón que fue la mejor, me comí un segundo helado aquí, ups-.
La Piazza Navona estuvo muy bonita, llena de pintores, edificios pintados de colores y balcones con florescitas. Tiene un look muy italiano, al menos la Italia de la películas. Entramos a una catedral dentro de la plaza -Agnes de las Angustias (Sant’Agnese in Agone)– que fue espectacular. De allí caminamos al Panteón, que según mi guía turistico de arte Ramón, tiene la cúpula más grande toda Roma. La piazza que tiene en frente es súper acogedora también – aunque llena de palomas- y tiene un bebedero público con agua helada.
Seguimos caminando, ya tipo zombie, hacia el monumento a Vittorio Emanuele , pero en el camino nos encontramos con la Iglesia del Gesù (espectacular, el techo además de frescos, tenía relieves) y finalmente llegamos al monumento. Para los que no saben, arriba hay un café que tiene una vista bella, a ambos lados del monumento, y tiene unos anuncios donde te indican cual es cada cúpula que se observa desde allí. El único detalle es que hay que subir por escaleras, y son unos cuantos pisos. Pero créanme, la vista vale la pena.
Ya el hambre pegaba duro y nos montamos en el Hop on Hop off para que nos dejara en la estación más cerca de la casa, Termini, y así salir a cenar. Caminamos un poquito y nos paramos en el restaurante Il Secchio. Mi reloj fitbit marcaba 13 kmts recorridos y casi 2.000 calorías quemadas, así que me permití pedir un plato de jamón de parma con melone y luego una pizza hawaiana. Hasta ahora, la selección culinaria había estado de lujo.
Viernes 18: Con los de allá
Nos despertamos a las 7 de la mañana y salimos a las 8:15 a.m. Hoy nos tocaba el Vaticano, así que fuimos hasta la estación de Termini a comprar los tickets para ahorrarnos la fila del Museo del Vaticano -nos habían recomendado esta opción porque al parecer las colas para entrar eran infernales-.
Llegamos a la Piazza San Pedro a las 11:00 a.m. y nos quedamos perplejos con la magnitud. Yo había venido, 4 años atrás, como chaperona de EF con un grupo de 10 quinceañeras, pero como imaginarán, o las veías a ellas o veía el monumento, así que no pude disfrutarlo con detalle.
Fuimos al meeting point y a las 12 del mediodía salimos con un grupo como de 70 personas via el museo. El calor apretaba y la caminata no fue corta.
El museo es muy grande y abrumador, confieso que no me interesaba nada sino la Capilla Sixtina y no recuerdo haberme detenido más de 15 segundos en algun cuadro. El recorrido para llegar a nuestro verdadero objetivo fue de casi 45 minutos.
Tal y como esperaba, la capilla estaba full de gente, en esa delgada línea que cruza la incomodidad -sorry pero yo en estos lugares tan turísticas me vuelvo medio xenofóbica entre el tufo y el calor-. Pero me concentré apreciando el nivel de detalle, los colores y las historias -algunas las había estudiado en Historia del Arte, otras me divertía inventándolas-. Sentía una gran admiración por el talento de Miguel Angel. Además felicidad absoluta tener a Ramón al lado que es una enciclopedia.
Salimos a las 2:30 p.m. e hicimos 1 hora de cola para conocer la basílica. Todos en jean y camisa manga corta porque habiamos leido que no se podia entrar en pescador ni shorts. La basílica tambien es abrumadora, de 5 naves, techos muy altos, columnas elaboradas y muchas esculturas (entre ellas la Piedad de Miguel Angel). De hecho terminó siendo la segunda Catedral más impactante de todo el viaje -Sí, no fue la primera-. Sorry pero adentro no tengo fotos :/
Caminamos hacia el metro, compramos souvenirs y par de gelatos deliciosos en Blue Ice. Nos bajamos en Circo Massimo porque nos habían hablado del Jardino Di Aranci (jardín de los naranjos), que tenía una vista espectacular de la ciudad. Yo estaba antojadísima en ir, además fue perfecto porque fuimos al atardecer, tipo 6:30 p.m. También nos asomamos por la famosa cerradura de la Orden de los Caballeros de Malta -es un must– y vimos en todo el frente la cúpula de San Pedro. El parque no es la gran cosa, es la vista. Y habían niños jugando y novias tomándose fotos. Ventajas de una ciudad segura, creada para sus ciudadanos.
Finalmente nos fuimos caminando hasta el barrio Trastevere donde nos encontramos con mi prima Marianne y sus amigos en la pizzeria IVO que todo el mundo nos habia recomendado. Su esposo, Lorenzo Vigas, se había ganado recientemente el León de Oro en el Festival de cine de Cannes, por su película “Desde allá” y mi prima estaba en Roma con el protagonista, Luis Silva. Así que buena parte de la cena fue hablar de la peli y de los próximos pasos. Súper interesante.
Yo pedí una bruscetta carcioffi y luego una pizza de salmón con brie del mas allá. Para cerrar la noche, una panacotta de Nutella para chuparse los dedos. Fue una velada súper. Un amigo de mi prima amablemente nos dio la cola a la estación de metro y desde allí caminamos al apartamento. Cerramos el día con 13 kmts., y 24.567 pasos dados.
Sábado 19: Aquí no hay quien viva
Amanecimos con un episodio de locura. Y les prometo que estoy llorando de la risa mientras les cuento esto. A las 9:30 a.m. se fue la luz en el apartamento y un loco comenzó a tocar el intercomunicadoe. Estábamos a oscuras porque la noche anterior habíamos bajado las persianas y como eran eléctricas no las podíamos subir. Mi mamá, que no es casi nerviosa, se paró de un brinco preguntando qué pasaba.
En medio de mi somnolencia, sugerí que podía ser el electricista esperando que alguien bajara a pagarle la luz -al mejor estilo de los técnicos de Corpoelec-. Mi mama bajó prácticamente en pijamas y descubrió que era un asiático sordo-mudo que tenía ingreso el 23 al apartamento y habia ido a confirmar su fecha de entrada. Pero imagínense, nosotros éramos los huéspedes, mi mamá no sabía qué decirle -aparte en señas-.
Mientras tanto mi mamá trataba de comunicarse con Ana para avisarle el problema de la luz y una vecina se ofreció a prestarle el teléfono. Mi mamá se lo subió a Ramón mientras ella se entendía con el sordo-mudo y Ana amablemente intentaba explicarle a Ramón por teléfono cómo mover los breaker. Estuvo como 10 minutos hablando -sin saber de quien era ese teléfono- y subió la vecina como una loca gritando: yo pago esooo, yo pago esoooo, dame mi teléfono.
Y Ramón en boxer no entendía nada y le entregó el teléfono, mientras Ana, del otro lado, seguía explicando el tema del breaker. Mi mama, después de hacerle entender a medias al sordo-mudo que nosotros no teníamos nada que ver con su reservación, subió corriendo y agarró la regleta que teníaa como 4 aparatos conectados y mientras la escondía gritaba: ¡nosotros explotamos el apartamento, fue nuestra culpa! ¡Cristina, ¿que son todos estos cargadores? ¡CDLM!. Derepente llegó Ana con el esposo y los 2 niñitos, Ramón en boxer, yo en pijamas, y finalmente nos ayudaron a arreglar el tema de l luz. En fin, una locura para morirse de la risa.
Caminamos hasta la esquina del apartamento frente a la estación Manzone, y me comí una taza de frutas con una cola de langosta rellena de nutella. Sin duda, la mejor de todo el viaje. El mesonero intentó ayudarnos pidiéndonos un taxi pero aquí es un rollo porque los taxistas requieren el número de teléfono de la persona que pide el servicio y nosotros no teníamos. Asi que nos fuimos corriendo al apartamento, mi mamá le pidió el favor al recepcionista del edificio, y un taxi nos llevó hasta la estacion Termini por €14 (más €1 por maleta)
#LoQueAprendíDeRoma
– Roma es una ciudad muy muy turística, tanto así que me costó detectar a los verdaderos romanos. Y realmente cuando las ciudades son así de caóticas, no me conecto con la ideosincrasia
– La ciudad es un tanto desordenada y un poco sucia. Para tener tantos ingresos por turismo, deberían invertir un poco en limpieza #NoSéDigoYo
– Existe una gran consciencia ante el turismo, pero a la vez es una generación que ya no “crea nada”. Es decir, viven de lo que crearon sus antepasados y de un imperio que construyó monumentos importantes, pero no hay nada nuevo. Todo está “listo y servido” -esta reflexión me la robé de #RamonElGenio-
– Todo es pequeño en incómodo -los ascensores, las regaderas, las distancias entre las mesas en los restaurantes- pero me hace pensar que un país que ha vivido dos guerras mundiales, ha aprendido a vivir con poco y por eso construyeron “lo justo y necesario”. Porque honestamente, cero confort.
Firenze: la de las montañas de gelato
Llegamos a Firenze alrededor de las 3 de la tarde. Un taxista nos paseó por toda Florencia -al menos eso creemos- y llegamos al apartamento Flospirit en Largo Pietro Annigoni. El edificio se llamaba Donatello y nos recibió Andrea -un chico italiano muy amable, que además nos dejó paqueticos de Nutella de regalo, !uf!-. Nos explicó todo, nos ubicó en el mapa y después de instalarnos, salimos a caminar por Florencia.
La ciudad me encantó, pequeña, acogedora, cobriza. Fuimos hasta el Duomo, el Baptisterio, callejeamos, conocimos la Piazza la Signoria, fuimos hasta el Ponte Veccio y le tomamos fotos desde el puente la Trinidad, luego caminamos hasta Palazzo Piti y finalmente nos regresamos para cenar. Cenamos frente al Baptisterio en Cafe dei Giotto. Pedí unos Gnocci con fungui y aceite de trufa -ya que estaba en Italia, había decidido probar todas las exquisiteses italianas y tratar de no repetir-.
Domingo 20: La ciudad bañada de naranja
Nos paramos “tarde” y salimos a las 10 de la mañana. Este día teníamos muchas cosas por hacer.
Empezamos por la Santa Croce. No entramos porque estaba cerrada pero la fachada era hermosa. Desayunamos en un lugar carísimo cerca de la piazza de Santa Croce -tremendo pelón-. Pero el pan con Nutella que me comí estaba estelar.
Seguimos caminando hasta la Santa Maria di Fiori y compramos por €10 la entrada que nos permitía subir al duomo, entrar al baptisterio y subir al campanario.
Comenzamos por el baptisterio, que en verdad lo impresionante es la Puerta del Paraíso y un Cristo como bizantino que hay en el techo. De allí fuimos al campanili, 430 escalones para arriba. Pendientes empinadas, 3 descansos, las vistas bellísimas y el día con sol pero súper fresco. Tomé fotos de los 4 ángulos y me deleité con la vista de una ciudad que parece que hubieran bañado con naranja, totalmente cobriza.
Bajamos y fuimos a comernos un helado. Lo compramos en la Via Santa Maria, donde están todas las tiendas caras, pero no fue taaaaan bueno y ademas super caro €8 cada uno -así que había que comerse otro para sopesar el desplante- Nos devolvimos para conocer la Catedral pero por dentro no nos impresionó.
Caminamos hasta la Basílica Santa Maria Novella, que no me encantó, pero la plaza estaba bonita.
Queríamos conocer los jardines de Boboli, detras del Palazzo Piti, así que cruzamos el puente de la Carraia y mi amiga Dani nos habia recomendado comer helado allí, en la Gelateria La Carraia. Pedí el antojo que tenia de nutella y fue divino y barato (un secreto bien guardado sin desperdicio).
Sobre los jardines, la entrada costaba €10 y cerraba en 1 hora. No nos iba a dar tiempo así que desistimos. Nos fuimos caminando hasta la Piazza Michelangelo que muchos amigos nos habían recomendado para el atardecer. Son muchísimas escaleras para arriba pero valió la pena porque las vistas son insuperables. Además había un mercadito muy lindo donde vendían quesos, aceites y productos artesanales. No sé si es porque era domingo, pero estuvo muy chévere.
Bajamos alrededor de las 7:30 de la noche y comimos frente a la iglesia Santa Croche en el restaurante Finisterrae, divinamente bien. De regreso al apartamento, nos encontramos un ángel -el Sr. Fabio- que nos ayudó pidiéndonos un taxi para el día siguiente. El típico italiano dueño de restaurante, gordito, cabello blanco y bigotes puntiagudos, nos ayudó desinteresadamente y con una sonrisa de abuelito alcahueta. Lo amamos
#LoQueAprendíDeFirenze
– Florencia tiene su encanto en el número de iglesias y monumentos históricos que trasladan al Renacimiento, pero muchas fachadas están en decadencia y aunque es muy linda, no la considero una ciudad buena para vivir
– Me impresionó la cantidad de africanos afuera de las iglesias vendiendo contrabando. Y sobretodo, los policías conversando con ellos, como si nada.
– Conocer Florencia en día y medio puede ser maratónico. Quizá 2 días completos esté bien. Por falta de tiempo, nos faltó conocer el David de Miguel Angel
Milán: la ciudad italiana donde sí viviría
Lunes 21: ¡Visité la feria mundial!
Salimos del apartamento y esperamos el taxi a las 9:30 de la mañana en punto, como nos prometió Fabio. Desayunamos en la estación el acostumbrado pan con chocolate y nos montamos en el Anden 10 via Milan a las 10:45 a.m.
Llegamos a la capital europea de la moda al mediodía, a la estación Milano Rogoredo y Tacu -gran amigo de Ramón de la infancia y como un hermanito para mí- con Guto, su papá, nos estaban esperando. Mi mamá y yo nos fuimos con Guto en el carro con las maletas, mientras Ramón y Tacu viajaron en metro. Como en 20 minutos llegamos al apartamento, “Suite in Petrarca”, en la calle Petrarca 4.
Nos recibieron Giuseppe y Valentina, con poco inglés pero muchas sonrisas. Aquí uno se entiende, la comunicación siempre fluye aunque uno no maneje bien el idioma. El apartamento era un loft de 2 pisos en una planta baja. Bien ubicado y distribuido, aunque de noche descubriríamos que se escucha todo el ruido de la calle. Nos instalamos y salimos con Tacu a caminar y conocer la ciudad. El día estaba divino.
Conocimos el Castello Sforzesco, muy cerca de nuestro edificio. Caminamos por la via Dante llena de tiendas hasta el famoso Duomo. La catedral simplemente impactante. Después de huirle a unos vendedores africanos que hasta una pulsera me pusieron en la muñeca para vendérmela, nos tomamos nuestros respectivos selfies y le huimos a las palomas.
A la izquierda del duomo se levanta la galería Vittorio Emmanuel, la cual cruzamos vía la Estatua de Leonardo Davinci que tiene en frente el Teatro Alla Scala. Seguimos caminando vía el Palazzo de Brera y nos cruzamos con un orto -jardín- botánico bellisimo lleno de plantas diferentes. Un lugar perfecto para sentarse a leer un buen libro.
En Brera nos sentamos a comer en el restaurante Taverna del Borgo Antico y yo pedí mi primer Calzonne 4 staggioni gigantesco. Empezó a refrescar y decidimos ir a conocer la ExpoFeria Mundial 2015, que llevaba desde marzo en Milán y acababa en octubre. Debo reconocer mi ignorancia y confesarles que en mi vida había yo visto o escuchado lo que era una feria mundial. Así que no sentí gran emoción, hasta que llegué allí.
La entrada full-day a la feria costaba como €30 pero como llegamos después de las 6 p.m. -y la feria cerraba a las 11 p.m-, pagamos solo €5. Me quedo corta de palabras para explicarles lo que sentí cuando ese pasillo enorme se abrió ante mis ojos, lleno de estructuras colosales a ambos lados, luciendo en grande el nombre de cada país.
Era para pasar el dia entero alli y entrar a todos los pabellones. Este año el tema de la feria era “Nuevas vías hacia un mundo mejor/Salud para todos”, así que los países participantes le mostraban al mundo cómo ellos contribuían en esta materia. Estructuras como la de China, Argentina, Qatar y Rusia eran como de otro planeta. Lamentablemente con mucha vergüenza, nuestro país no se esforzó en lo absoluto en tener una participación emblemática en la feria y compartía un cubículo con Bolivia y Zimbabwe. Pero obviando ese detalle, es algo que hay que visitar al menos una vez en la vida porque es una experiencia increíble para aprender sobre los países participantes.
Llegamos al apartamento casi a las 12 a.m, despues de 13 kmts recorridos. Creo que al fitbit no le gustó tanto la caminadera porque esa noche, antes de llegar a la casa, se me desprendió de la muñeca y no lo vi más.
Martes 22: la despedida de Italia
Nos paramos tarde, de hecho, Tacu nos despertó tocándonos la puerta del apartamento. Terminamos saliendo de la casa casi al mediodia y desayunamos en “Casa del panne” unas empanadas rellenas de parma y mozarella y luego un pan con chocolate. Ya era como el quinto del viaje.
Salimos a conocer la Basílica Santa Maria delle Grazie donde se conserva la obra La Ultima Cena de da Vinci, pero no habian entradas hasta diciembre así que no pudimos conocerla face to face. Nos fuimos caminando hasta la iglesia de San Lorenzo -cualquier cosa- y justo después nos comimos un gelatto divino.
Seguimos caminando hasta que empalmamos con Via Dante porque queriamos entrar al Duomo, así que compramos una entrada de €2 que nos permitía entrar al museo del Duomo y al mismo duomo. El museo es una actividad absolutamente “obviable”, aunque el recorrido es corto. El duomo súper impactante por dentro, los vidriales espectaculares, el techo inmenso y la fachada de mármol imponente -que por cierto, está limpia solo por la parte de adelante, por los lados le hace falta como un manguerazo-.
Desde aquí caminamos hasta Navigli, un barrio bohemio de ambos lados del canal Traghetti Gaggiano-Milano que tiene bares y restaurantes y por ende, mucha vida nocturna. Fue chevere ir caminando porque conocimos otra cara de Milán, la residencial y no tan turistica. Navigli es super pintoresco, el canal es impecable y pedimos un vino y unos quesos en el restaurante L’altro Luca e Andrea y comimos divino en Posto di Conversazione donde yo pedí un risotto tradicional a la milanesa. De postre un gelato de nocciola con nutella en Amorino -recomendadísima esta heladeria, las hay en varios sitios y te sirven el helado como una flor-.
Nos regresamos a las 10:30 p.m. al apartamento, muertos de la risa por las ocurrencias de Tacu. Hicimos las maletas y nos acostamos temprano. Mañana viajaríamos 5 horas en tren hasta Niza. Comenzaba nuestro roadtrip por la Côte D’Azur.
#LoQueAprendiDeMilan
– Descubrí frente al duomo un instrumento musical nuevo, que funciona por campo magnético. Escucharlo es casi como ver magia ante tus ojos. El hombre que lo tocaba parecía residir en otra galaxia. Primer euro que dejo a un artista en la calle en lo que iba de viaje
– El uniforme de los policias es tan elegante y tradicional, que es hasta teatral. Puedo imaginarme la policía de Romeo y Julieta, o un personaje en una ópera, vestidos igual. Esto me parece fantástico, pero claramente no transmiten ni un poquito de autoridad.
– Los gelattos se venden por el tamaño de la barquilla o tinita, pero no por el número de sabores. Usted puede pedir una barquilla pequeña de €2 y ponerle 5 sabores si desea. Obviamente será poca cantidad de cada uno, pero me gustan estas libertades.
Y así me despedí de la tierra del catolicismo, las pizzas y los hombres guapos. Ya listos para la nueve aventura en La Côte D’Azur de Francia. Stay tuned